Libro La amante del monstruo

¿La peor?

Sí cariño, siempre fui la peor,
lo peor, tu desgracia mayor.

No importa la cantidad de amor que te entregaba, algún defecto le encontrabas,
no importaba cuántas veces me terminabas,
yo creía que me amabas,
señales a mi paso,
intermitentes anunciando,
ruinas de amores pasados.

Miles de advertencias pero la necedad era mi bandera,
la balanza se inclinaba del lado del dolor,
las promesas en cheques sin fondo,
los besos que sabían a condena,
tú mirada de asesino,
tu sigilo cuál cazador a la presa.

Mi ausencia de amor propio,
tu desbordante ego,
tu absurda imaginación,
mi abrupta constante de siempre pedir perdón,
aunque no fuera culpable,
aunque no sabía lo había hecho,
me declaraba mala,
cargaba con la bandera de error.

Tú víctima,
yo castigador,
(Aunque no fuera cierto, aunque me estuviera doliendo).

Siempre fuimos la media naranja del otro,
el complemento,
el ladrón y el millonario,
la cocaína y el consumidor,
el castigo y el perdón,
absolución y pecador,
la víctima y el abusador,
el amor y la confusión.

Éramos perfecto para el otro, porque tú me lastimabas y yo te daba mi amor,
creyendo en el cuento mágico,
que uno perdona todo por amor.

Hasta que un día tiras la venda de tus ojos,
descubres que no,
que no puedes amar si te causa dolor,
que las cicatrices en el alma,
no tienen perdón,
y que más vale dejarlo ir
que creer en la novela de Shakespeare
esa donde una tonta Julieta se murió por amor,
porque Romeo fue egoísta y se aferro,
las más bellas historias terminan en funeral,
y hoy aquí entierro mi afán de rogarte,
de luchar solo yo,
10 rosarios y se acabó,
saco del féretro mi dignidad y me voy.

Porque lo que no fue para ti,
seguramente... seguramente...
no, en realidad, lo que no fue para ti aún ni yo lo conozco, porque lo que daré a mi próximo amor no tiene nombre ni apellido,
solo sé que hoy enviudo de tu forma de amarme tan destructiva,
esa que no llega a amor,
pero me cuesta reconocer que te deje hacer de mi, lo que nunca imaginé.

Me retiro de negro, no te lloro,
mis labios carmín lanzan un beso,
la botella me espera para brindar.

No me veas con ojos y tú rostro pálido endurecido, sé lo que te duele es el orgullo.

Te duele que yo te deje ir, y no tú a mí.

Elizabeth Santillan ©️
Libro La amante del monstruo
Libro La amante del monstruo ¿La peor? Sí cariño, siempre fui la peor, lo peor, tu desgracia mayor. No importa la cantidad de amor que te entregaba, algún defecto le encontrabas, no importaba cuántas veces me terminabas, yo creía que me amabas, señales a mi paso, intermitentes anunciando, ruinas de amores pasados. Miles de advertencias pero la necedad era mi bandera, la balanza se inclinaba del lado del dolor, las promesas en cheques sin fondo, los besos que sabían a condena, tú mirada de asesino, tu sigilo cuál cazador a la presa. Mi ausencia de amor propio, tu desbordante ego, tu absurda imaginación, mi abrupta constante de siempre pedir perdón, aunque no fuera culpable, aunque no sabía lo había hecho, me declaraba mala, cargaba con la bandera de error. Tú víctima, yo castigador, (Aunque no fuera cierto, aunque me estuviera doliendo). Siempre fuimos la media naranja del otro, el complemento, el ladrón y el millonario, la cocaína y el consumidor, el castigo y el perdón, absolución y pecador, la víctima y el abusador, el amor y la confusión. Éramos perfecto para el otro, porque tú me lastimabas y yo te daba mi amor, creyendo en el cuento mágico, que uno perdona todo por amor. Hasta que un día tiras la venda de tus ojos, descubres que no, que no puedes amar si te causa dolor, que las cicatrices en el alma, no tienen perdón, y que más vale dejarlo ir que creer en la novela de Shakespeare esa donde una tonta Julieta se murió por amor, porque Romeo fue egoísta y se aferro, las más bellas historias terminan en funeral, y hoy aquí entierro mi afán de rogarte, de luchar solo yo, 10 rosarios y se acabó, saco del féretro mi dignidad y me voy. Porque lo que no fue para ti, seguramente... seguramente... no, en realidad, lo que no fue para ti aún ni yo lo conozco, porque lo que daré a mi próximo amor no tiene nombre ni apellido, solo sé que hoy enviudo de tu forma de amarme tan destructiva, esa que no llega a amor, pero me cuesta reconocer que te deje hacer de mi, lo que nunca imaginé. Me retiro de negro, no te lloro, mis labios carmín lanzan un beso, la botella me espera para brindar. No me veas con ojos y tú rostro pálido endurecido, sé lo que te duele es el orgullo. Te duele que yo te deje ir, y no tú a mí. Elizabeth Santillan ©️ Libro La amante del monstruo
36
0 Comments 0 Shares 2195 Views
Sponsored