Me voy a la cama con un demonio de mujer.

Me coquetea, me seduce, me baila, me hipnotiza, se roba toda mi atención y mis pensamientos giran a su alrededor.

Una de sus armas más peligrosas es su lencería, la usa de día para sentirse con más confianza y de noche la utiliza para hacerme caer en sus encantos. Pero sin duda su arma más letal es su seguridad, los kilos de más, los años de más y todas las imperfecciones de más, para ella son sinónimo de belleza, y eso la vuelve la mujer más sensual de todas, mi demonio.

Si tiene ganas ella toma la iniciativa, no se intimida, te acaricia la entrepierna sobre el pantalón y cuando nota tu dureza sabe que ya has caído en sus redes. Comienza a envolverte meneando las caderas, se quita un botón de la blusa y después otro hasta que cae al suelo, sus pechos quedan descubiertos, sigue su falda y tú estás embobado ante ese demonio de mujer. Llega el punto de estar desnuda para ti y te pide que entres en ella, que está deseosa de tenerte, que la poseas, y cumples lo que ella te pide, porque a ella no se le puede negar nada, es irresistible. Te deja la espalda con rasguños como si fuera gata, y una vez que estás adentro de ella te pide más y más hasta que termines. Así son nuestras íntimas escenas de guerra, una hora con ella se siente como 10 minutos, el tiempo vuela junto con todos nuestros gemidos.

Parece una paradoja pero me voy a la cama con un demonio de mujer, y a la hora de dormir parece que observo a un ángel.

Me voy a la cama con un demonio de mujer. Me coquetea, me seduce, me baila, me hipnotiza, se roba toda mi atención y mis pensamientos giran a su alrededor. Una de sus armas más peligrosas es su lencería, la usa de día para sentirse con más confianza y de noche la utiliza para hacerme caer en sus encantos. Pero sin duda su arma más letal es su seguridad, los kilos de más, los años de más y todas las imperfecciones de más, para ella son sinónimo de belleza, y eso la vuelve la mujer más sensual de todas, mi demonio. Si tiene ganas ella toma la iniciativa, no se intimida, te acaricia la entrepierna sobre el pantalón y cuando nota tu dureza sabe que ya has caído en sus redes. Comienza a envolverte meneando las caderas, se quita un botón de la blusa y después otro hasta que cae al suelo, sus pechos quedan descubiertos, sigue su falda y tú estás embobado ante ese demonio de mujer. Llega el punto de estar desnuda para ti y te pide que entres en ella, que está deseosa de tenerte, que la poseas, y cumples lo que ella te pide, porque a ella no se le puede negar nada, es irresistible. Te deja la espalda con rasguños como si fuera gata, y una vez que estás adentro de ella te pide más y más hasta que termines. Así son nuestras íntimas escenas de guerra, una hora con ella se siente como 10 minutos, el tiempo vuela junto con todos nuestros gemidos. Parece una paradoja pero me voy a la cama con un demonio de mujer, y a la hora de dormir parece que observo a un ángel.
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