El podía convencerme de todo menos de dejarle, era un vicio su carne, su calor y su sabor, lo tenia anclado a mi ser como si fuera una marca diabólica;

Siempre tenía la caricia perfecta, esa que despertaba en mí los demonios de la lujuria, no había gota de su piel que mi lengua no consumiera, él, era el manantial que me mantenía viva cuando estaba sin ropa.

Había días en los que mis piernas lo presentían, temblaban anunciando su presencia y desde ese temblor ya me sentía en la gloria.

Él simplemente llegaba y dominaba con un simple gesto, con una mirada, con su olor y su ropa perfecta, con sus zapatos bien lustrados y su peinado impecable;

Él era, de pies a cabeza, el demonio de mis cielos...

"Por eso hay ángeles y demonios entre nosotros, para enseñarnos el límite entre cielo y la tierra"
El podía convencerme de todo menos de dejarle, era un vicio su carne, su calor y su sabor, lo tenia anclado a mi ser como si fuera una marca diabólica; Siempre tenía la caricia perfecta, esa que despertaba en mí los demonios de la lujuria, no había gota de su piel que mi lengua no consumiera, él, era el manantial que me mantenía viva cuando estaba sin ropa. Había días en los que mis piernas lo presentían, temblaban anunciando su presencia y desde ese temblor ya me sentía en la gloria. Él simplemente llegaba y dominaba con un simple gesto, con una mirada, con su olor y su ropa perfecta, con sus zapatos bien lustrados y su peinado impecable; Él era, de pies a cabeza, el demonio de mis cielos... "Por eso hay ángeles y demonios entre nosotros, para enseñarnos el límite entre cielo y la tierra"
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